Radicado en Córdoba, el emcee correntino ensaya acrobacias raperísticas con una ferocidad recalcitrante que lo ubica como como uno de los valores más prometedores de la escena nacional.
Tommy Zam tiene tres pulmones. Aún cuando parece que en su verso no hay más restos, de la galera saca otra rima que duplica la fuerza de la anterior. Su delivery guarda la marca de una fiera: un pulso incesante, siempre al borde de la asfixia, que revela un hambre voraz.
De prueba está Santa Ana Movies, debut de clave geográfica que registra la potencia de un player que, a pesar de su juventud, ya exhibe gestos de maestría. Expatriado en tierra cordobesa, el correntino proyecta secuencias de su urbe natal sobre planos selváticos. Sticky Banger y Yustah Yuz (sus dos socios insignia) le cuidan la retaguardia, prestando boompabs y drumless empapados por la humedad mesopotámica. Allí, entre la maleza, Zam se abre paso a los guadañazos:
“Hay ruido en el monte /
se te estruja si escuchás tu nombre /
Tu burbuja se te rompe /
la brújula apunta al norte /
y mi gente prepara el cascote, rope”.

La advertencia no es en vano: el palabrerío llega abultado, a los ponchazos, pero nunca es impreciso. En “Vizkcha” esboza retratos de una crudeza paralizante (“Hay cólico en madre por ver hijo decadente / Por ver vidrio de repente, se te nubla el tele / y no te salva ni el Gauchito, ni tu código creyente”), que intercala con imágenes de una sensorialidad impresionista (“Lo húmedo en el pómulo de tu beso más reciente”).

He aquí su belleza: con ánimos chamánicos, Tommy superpone tierra y cemento, cruza la sonoridad del monte con la tradición citadina del hip-hop para conciliar un state of mind tan singular como su biografía. Su pluma oscila entre ambos estados en simultáneo, haciendo coexistir el baño a inmersión de “Habitación aventura” con el manifiesto suburbano de “Xpansión”.
Así, logra una pieza que, primeriza, respira identidad, con el acento definido y la asertividad de quien promete escalar en las tablas. El tiempo lo demuestra. Santa Ana hace de antesala de prestaciones descollantes junto a Roman Yougareth, J-1 y Troubless, entre tantas otras muestras que llegaron para reafirmar lo inevitable: cuando Tommy Zam rapea, el aire se corta. Y guarda, este es sólo el primer suspiro.