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Varoner: jugar en serio

El rapero rosarino transformó una crisis personal en la mitología de un superhéroe. Un diálogo sobre el rigor de la ficción, el psicoanálisis como fragua creativa y el arte de sanar.

Fotografía por: Joaquin Alberto Ippolito

Hay un momento, en la quietud de un camarín, donde el aire huele a encierro y la expectativa se vuelve electricidad. Es ahí donde la ficción se convierte en un acto físico. Primero, el peso de la campera de cuero sobre los hombros: una carcasa que ajusta el torso y obliga a una postura. Después, el casco de aviador, blando y ceñido, que aísla el ruido del mundo y lo reduce a un murmullo interno. Finalmente, los goggles de lentes negros: al bajarlos sobre los ojos, la realidad entera cambia de color y se impregna de la tonalidad artificial de la fiebre. Una vez dentro del traje, Varoner deja de ser la variable y se convierte en la constante de una ley que él mismo escribió.

Esa armadura no fue diseñada, fue supurada. Nació de una mitología personal forjada en el calor de un momento jodido, emocionalmente precario, donde el cuerpo acusaba recibo del autoboicot y las adicciones. Aurum, ese personaje que Varo asegura interpretar desde sí mismo, es la prueba de que a veces, para narrar la propia herida, primero hay que construir un superhéroe capaz de soportarla.

El dogma es estricto: sin el traje no hay relato. Varoner, el rapero, no puede cantar las canciones de Aurum. Sería una impostura, una violación al pacto de ficción que sostiene todo el proyecto. Aunque la ansiedad lo asalte y la idea de verse como un payaso lo persiga hasta el borde del escenario, la regla no se negocia. Es ese rigor, esa lealtad casi infantil a las reglas del juego, lo que dota de poder al ritual. El traje se convierte en el permiso para acceder a otra frecuencia, una que le permite hoy, ya lejos de aquel pozo, girar solo por el país con la voz entera y la convicción de un profesional que encontró la fórmula.

El héroe salvó al hombre para que el artista pudiera trabajar. Ahora es él quien habla. Con la gira ya en marcha y las cicatrices transmutadas en oro, Varoner se detiene a desclasificar los archivos de su creación.


Fotografía por: Agustina Marchi

Estás girando por varias ciudades, llevando tu arte por todo el país. ¿Qué importancia le das a esta etapa?

Mucha. Quiero dar lo mejor de mí en cada ciudad. Me parece algo hermoso, un privilegio, y estoy muy agradecido de poder hacer lo que me gusta. Hacer música de mi país y llevarla a distintos lugares me parece algo extraordinario. Intento responder con responsabilidad, dar un buen show, tocar los temas que le gustan a la gente e interpretarlos de la mejor forma. Tras muchos años de girar en grupo, siento que en el último tiempo ya me puedo permitir una gira como solista. Me profesionalicé bastante: aprendí a trabajar en equipo y a dejar de hacerme cargo de cosas que me distraen de estar concentrado para el show. Empecé a usar monitoreo, a tomar clases de canto… un montón de cosas que suben el nivel del espectáculo, que es lo que la gente merece.

¿Cómo llevás esa diferencia de que el póster antes dijera “Golden Boyz” y ahora lleve tu nombre? En cuanto a las responsabilidades y las presiones que eso implica.

Lo sigo manteniendo bastante bien. Son etapas y formas de trabajar distintas. Existen similitudes porque indudablemente había parte de mi en el grupo, pero son distintas maneras de encararlo. Me estoy encontrando con un mundo nuevo, tratando de darle mi personalidad al show. GBZ tenía eso, como éramos un grupo, nos subíamos todos con cierta actitud, nos tirabamos los refuerzos, rapeábamos tres al mismo tiempo y se generaban movimientos coordinados. Ahora soy yo solo en el escenario. Pero siento que es algo que puedo manejar y que indudablemente me está saliendo bien. 

Sobre Fiebre de Oro: Aurum ¿De dónde nace esta necesidad, si se quiere, de crear un alter ego para narrar?

Estaba transitando un momento de mi vida particular y es con lo que me sentí conectado, con encarnar un personaje. Pero no solo con eso, sino también con encarnar un universo. Yo estaba muy metido en los cómics y las películas de superhéroes de villanos, principalmente Batman. Ya había sacado un disco (Spectacular Raps) muy rapero, por así decirlo, buscando buenos raps contundentes y funcionales. Este disco fue más para divertirme, explorar y jugar sin pensar mucho en el oyente. Incluso está dirigido a un público más de nicho, que podrían ser lectores de comics o fanáticos de Batman que también les guste el rap. La persona que está en esa lo va a disfrutar el doble, creo yo. Estaba escuchando mucho MF DOOM y sumergirme en esos universos me ayudó mucho, fue un acompañamiento con la música.

Te escuché hablar de que tenía cierto rol el psicoanálisis.

Sí, está muy relacionado porque yo tuve sesiones durante todo el disco. Tiene que ver totalmente. Más que nada fue entender por qué yo estaba haciendo el disco y por qué decidí encarnar un personaje.

¿Sentís que te ayudó a encontrar nuevas formas de expresión que luego plasmaste en tu rap?

Creo que me ayuda a entender comportamientos humanos y llegar a otras conclusiones cuando escribo: abordar problemáticas desde otro costado más psicológico o científico de por qué uno tiene ciertas actitudes y también comprender otras. Yo creo que uno va aprendiendo del psicoanálisis y después inevitablemente lo aplica a la vida cotidiana. Inconscientemente, entonces, uno lo termina pasando a la música.

En esta dualidad de Varoner y Aurum, ¿qué tanto hay de uno en el otro?

No lo planteo como una dualidad sino que es una interpretación que hago yo de un momento de mi vida. No me gusta separar por personalidades. Yo soy yo: Ignacio, me hago llamar Varoner cuando rapeo y también escribí una historia a la cual le puse Fiebre de Oro: Aurum, donde el personaje soy yo. Creo que el personaje representa un poco los daños de mi cuerpo. Lo que me estaba haciendo con adicciones y el consumo, con autoboicot. Era un momento bastante jodido que estaba pasando emocionalmente también. Fue como plasmarme a mí en la situación en la que estaba y ponerlo en una obra. Que también culmina muy bien, porque en cierto sentido lo superé: dejé las cosas que me hacían mal, me encaminé por las cosas que me hacen bien. Creo que el disco tiene un final feliz. Fue cerrar una etapa. Pero yo estoy contento con Fiebre de Oro, lo veo como una forma de sanar y de hacer lo que me gusta: jugar. Va por ese lado, conectarse con mi niño interior que estaba bastante apagado.

¿Seguís psicoanalizándote?

¡Sí, totalmente! Ahora trabajo otras problemáticas. Me parece súper necesario e incluso se lo recomendé a mucha gente. Como artista está buenísimo también tratar tu arte. Yo no lo hago mucho pero estaría bueno llevar mis letras y analizarlas. O capaz no está tan bueno porque después terminás entendiendo mucho de lo que decís y dejás de querer decirlo.

Tu relación con el público cordobés viene de lejos y siempre fue intensa. De hecho, hay una anécdota de una ArgenBars…

Sí, nos cortaron antes. Fue terrible, la gente estaba hypeadísima y nosotros también. Además, habían rapeado todos de la puta madre. Ese día particularmente estuvimos prendidos fuego y nos cortaron el show antes porque cayó la muni y no se podía seguir. Fue una lástima porque quedaban 30 minutos y la gente estaba como loca. No nos queríamos ir, era un momento que habíamos sacado algunos temas que estaban sonando y en Córdoba estaba picadísimo el asunto. Quedó para la historia.

Esa energía del público se mantiene y hoy, además, la escena local está en un gran momento. Te abren el show La Prima y la Juli Lucero, por ejemplo. ¿Estás al tanto de los nuevos talentos de acá?

¡Las pibas la rompen toda! La Prima escribe increíble. La Juli me encanta también cómo canta, es muy talentosa. Tienen que hacer más música las dos y darse a conocer más. El Santoz es la bestia. Bueno, todos los chicos de Who’s Sneaky que con ellos conectamos también. Surgió por Killimet: nos hablamos un día y justo estábamos parando a una cuadra y media. Nos juntamos en el estudio y esa vez salió “Santa Rosa”. Me parecen muy buenos, son muy cultos en algunas cuestiones, tienen buenas ideas y referencias. Siempre los veo bien vestidos. Me gusta la identidad que le meten a lo suyo. Tienen videos que están demasiado bien laburados para ser independientes. Mis respetos para eso. También hay un chico que se llama Tommy Zam, que lo conocí por un feat con Troubless y cuando vino a Rosario conectamos. Me parece un pibe estupendo que tiene un futuro marcado. Natasha Fei también me parece una crack. Estuvo en Rosario estos días y me encanta cómo interpela el arte. Córdoba está prendida fuego: mucho talento.

En 2019, en “Rosario Barras”, dijiste: “Les doy ganas de rapear sin darme cuenta”. ¿Ya sos más consciente de este legado?

Sí, totalmente. Yo me mantengo con los pies en la tierra y no me subo a un pony porque yo también aprendí de otra gente. Pero a su vez intento ser consciente de que sí, uno deja algo. Está eso de negarlo o me ha pasado mucho de no querer ver lo que uno vale. Hay que saber que uno influencia y que es influenciado, y tirar para adelante. Pero sí, me da mucho orgullo que vengan artistas del carajo y me den reconocimiento, a mí, a los Golden Boyz y a Rosario. Por más de que se haya separado, GBZ lo seguimos representando con mucho orgullo.

Pocos meses antes de que anunciaran la separación, en una entrevista en Jerga Sudaka dijiste que había Golden Boyz para rato. ¿Querés compartir qué fue lo que los llevó a tomar caminos separados?

Sí, me la mandé ahí (ríe). En un momento las grupalidades llegan a un punto que es difícil de sostener. Creemos que fue lo mejor ponerle un punto y que todos podamos dedicarnos a nuestras carreras. Es una decisión que tomamos tras un montón de idas, vueltas, discusiones y charlas. Trabajamos muchos años juntos y nuestras vidas cambiaron demasiado. Todos vamos tomando caminos diferentes, juntándonos con otra gente y armando nuestro propio camino. Creemos que era el momento de decir: “Bueno, ya estamos preparados para esto”. También hay una realidad y es que no estábamos haciendo música hace mucho, no estábamos dando shows. Todo pasa por algo.


Varoner se presenta este viernes 3 de octubre en Chilli Street Club (Fructuoso Rivera 273). Las entradas están disponibles a través de Passline.